A comienzos de los años 40, en Medellín, nació el barrio Prado Centro bajo la idea de acoger a la creciente élite empresarial antioqueña en sus residencias con estilos europeos y norteamericanos. Hasta la década de los años 70 el barrio conservó su finalidad de alojar a las familias más prestigiosas y adineradas de la ciudad; no obstante, con el nacimiento de otros barrios localizados en el occidente y sur como Laureles y El Poblado el perfil socioeconómico de su población cambió.

​

Durante la época de transición, el barrio Prado Centro sufrió consecuencias de carácter social y económico que transformaron su arquitectura, adaptando las grandes casas enriquecidas en su fachada como albergues de familias, transformándose en edificios de pisos altos y movilizando masas de personas a diferentes lugares, dejando en el olvido la ciudad de los años 40.

En el año 2009 se aprobó el Plan de Protección Patrimonial que definió al barrio como patrimonio de conservación patrimonial de la ciudad, la cual cuenta con 261 inmuebles patrimoniales de interés y valor relevante para los medellinenses, siendo el único patrimonio urbano de la ciudad.

​

Sin embargo de Prado Centro se han dicho muchas cosas: que es inseguro, que tiene muchos árboles, que sus casas son enormes, y que hay bastante descuido en comparación con años anteriores. Algunos historiadores coinciden en que esta mala percepción comenzó en el año 1973, como producto de la construcción de la Avenida Oriental, que dejó al barrio en el olvido y que lo conectó con el centro, eliminando de esta manera la sensación de oasis que este tenía y facilitando de esta manera el tránsito de otro tipo de personas y hábitos ajenos al barrio.

​

La noche específicamente es un momento crítico para los habitantes, pues es el tiempo en el que la soledad toma protagonismo y le da paso a la inseguridad. Lo que durante el día se ve hermoso gracias a la presencia de muchos árboles, en la noche intensifica el aire de misterio que facilita a inescrupulosos a cometer actos ilícitos.

​

​